Una muestra más de la censura “suavecita” que prevalece en algunos medios informativos de México la acaba de dar el Grupo Milenio al solicitar a Héctor Tajonar que se abstuviera de criticar a a Televisa por tener lazos comerciales comunes, además de que en los medios controlados así no se permite la crítica abierta contra el presidente Enrique Peña Nieto.
Ya sabemos que una forma de coartar la libertad de expresión es a través de las políticas internas de las empresas que tienen una concesión para operar canales de televisión y de radio. Y ya sabemos que esas políticas se dictan al gusto del poder político que no deja de ser una amenaza a la hora de renovar los pemisos oficiales.
Sin embargo, en este caso particular llama la atención que el conducto por el cual fue conminado Héctor Tajonar a plegarse a las normas estrictas de Milenio lo representó un viejo defensor de la apertura que hace años escribió en la revista Proceso muchas páginas brillantes de periodismo valiente y ajeno a toda manipulación gubernamental: Carlos Marín.
Este hombre fue un leal colaborador de don Julio Scherer García y de Vicente Leñero, hasta que salió del semanario y hallò un nicho para sus inquietudes profesionales en la empresa que dirige el regiomontano Francisco González y que hace seis años exactamente creó Milenio Televisión.
Por eso resulta extraño que Carlos Marín dé semejantes órdenes como las que menciona Héctor Tajonar en su carta de despedida el 24 de octubre y que reproducimos íntegramente:
Apreciado Carlos Marín:
He reflexionado acerca de la breve conversación telefónica que sostuvimos la semana pasada y he tomado la decisión de suspender mi colaboración semanal en MILENIO Diario.
Antes de exponer mis razones, quiero agradecerte el haberme invitado hace cinco años y medio a colaborar en este diario después de haber publicado, a solicitud mía y en calidad de columnista invitado, el texto titulado “¿La rebelión de las masas?”, fechado el 16 de julio de 2006.
Desde entonces he podido expresar con toda libertad mi visión personal, independiente y crítica acerca del acontecer político nacional. Tu proposición de modificar esas condiciones me obliga a escribir esta carta de renuncia.
Me has pedido que dejara de criticar a Televisa en mi columna, aduciendo que MILENIO Televisión está asociado con esa empresa para sus transmisiones en cable.
Comprendo que en la actual coyuntura mis puntos de vista puedan resultar disfuncionales para los legítimos intereses empresariales de esta casa editorial; sin embargo, sabemos que en el ámbito de los medios de comunicación, los intereses empresariales se traducen en políticas editoriales. Ello me impide aceptar tu planteamiento. Permanecer en esas condiciones significaría no sólo coartar mi libertad de expresión sino convertirme en cómplice pasivo de una situación política con la cual no comulgo. Ha llegado el momento de marcharme.
Durante 40 años he estudiado la relación entre el poder político y los medios de comunicación, en especial la televisión, y como sabes trabajé en Televisa durante dos décadas. Por tanto, puedo decir sin el menor asomo de vanidad que cuento con las herramientas teóricas y empíricas para hablar acerca de estos temas con suficiente conocimiento. Así lo he hecho desde la soledad de mi escritorio y mi conciencia en este espacio del que hoy me despido.
Ahora más que nunca cobra actualidad la conocida advertencia de Karl Popper: La televisión se ha convertido en un poder político colosal, el más importante de todos… Se ha vuelto un poder demasiado grande para la democracia. Ninguna democracia puede sobrevivir si no se pone fin al abuso de este poder.
Televisa es el ejemplo más claro del abuso de ese poder sin control, su inocultable vínculo con el PRI representa una burla a las leyes electorales del país y el riesgo de un grave retroceso democrático. La televisora y el tricolor constituyen un binomio político-electoral indivisible y, para muchos, invencible. Lo concesionarios de la televisión han pasado de ser soldados del presidente a inventores de presidenciables. Por ello, dejar de criticar a Televisa, como me lo has pedido, equivaldría a dejar de criticar a Peña Nieto.
No puedo aceptar el ejercicio de un periodismo amordazado.
Interpreto tu exhorto a la autocensura como el resultado de una presión de los estrategas de Peña Nieto, cuya función primordial es cuidar su imagen pública, la cual ha resultado un tanto dañada en días recientes. Entiendo que les haya incomodado mi texto publicado hace dos semanas en este espacio, titulado “Los dos Peña Nieto”, en el cual menciono que la popularidad del personaje está íntimamente vinculada al secreto mejor guardado por el PRI: el costo financiero y político de su alianza con Televisa.
Hace seis años, Santiago Creel fue derrotado en la elección interna del PAN por Felipe Calderón debido a que se dio a conocer que, siendo secretario de Gobernación, el delfín de Fox intercambió presencia en la pantalla televisiva por permisos de casas de apuestas para Televisa. Los artífices de esa táctica son los mismos que se han encargado de diseñar la hasta ahora exitosa estrategia de comunicación política de Peña Nieto. Es comprensible que la máxima prioridad de dichos estrategas sea impedir que el fracaso de la alianza de Televisa con Creel se repitiera con Peña. Si alguien estorba es preciso neutralizarlo.
En consecuencia, se ha recurrido al método del PRI de siempre: cooptar o silenciar. El mismo que usaron antes Echeverría, López Portillo y Salinas. Surge ahora el neoautoritarismo peñista.
El disenso no debe equipararse con la enemistad. Felicidades.
LO QUE ESTÁ HACIENDO TELEVISA, T.V. AZTECA Y MILENIO ES IMPONER A PEÑA NIETO PRIISTA. ¿A CAMBIO DE QUE?
¿DE CARRETADAS DE DINERO? ¿MONOPOLIO TELEVISIVO? Ó AMBOS.
RECUERDA: TELEVISA, MILENIO Y T.V AZTECA MIENTEN.
Héctor Tajonar.