El mundo debe estar preocupado por las señales ominosas enviadas desde Estados Unidos: el Mundial de clubes FIFA 2025, a celebrarse a partir de este fin de semana en territorio yanqui, ha visto disminuida la venta de su boletaje debido a las redadas antiinmigrantes ordenadas por el Gobierno Federal a lo largo de todo el país. Numerosos extranjeros y llegados de otros países optan por permanecer en casa y no acudir a los estadios. Hay justificado temor: los agentes de ICE, el brazo ejecutor de migración y aduanas anunció su presencia feroz en las puertas de salida, para requerir documentación a los asistentes a los juegos.
En los extremos del horror social se puede ver una cacería humana cerca de los estadios. Se convertirán en trampas para ratones los inmuebles Rose Bowl, de Pasadena; Hard Rock, de Miami; Bank of America, de Charlotte; Lumen Field, de Seattle. Los policías de la justicia migrante andan tras la captura de alienígenas que deben ser deportados hacia sus planetas, porque su presencia representa una amenaza. Ese es el discurso oficial, elaborado en base a una gran patraña, que supone a todos ellos delincuentes.
Los escritores y cineastas de ficción, en dramas distópicos, han retratado al mundo como un lugar donde los regímenes totalitarios han sometido las voluntades de todos. En los adoctrinamientos fascistas, un gobierno impone la idea, entre sus ciudadanos, de una superioridad étnica, antropomórfica o intelectual.
Lo peor es que, en esta ocasión se están metiendo con el deporte y, en especial con el futbol, considerado el juego más popular del planeta. El balón debe ocasión para la concordia. Los atletas son los primeros superhéroes de la historia. Inspirados en la tradición helénica, se cuentan como prohombres los huéspedes del Olimpo y eran ellos los que atravesaban valles, subían montañas, navegaban mares, para alcanzar sus metas. Es por esos legados culturales, que se ha derramado por todo el orbe la certeza de que el deporte une.
Cómo es posible que ahora, en el transcurso de un torneo internacional, que concita a 32 equipos de diversas latitudes y calados, un ordenamiento desde el gobierno arroje una sombra de amenaza sobre los asistentes. La celebración está programada del 14 de junio al 13 de julio, pero no hay certeza de seguridad para los fans que tienen ya sus tickets asegurados para presenciar los magnos espectáculos de cada juego.
Estados Unidos se denomina la democracia perfecta, el generador del sueño americano. Es una sumatoria de culturas Todos sus Presidentes antes del actual, han encomiado la inmigración como un nexo con el pasado y un puente para el futuro; el país se formó, dicen, con allegados de otros pueblo, razas y costumbres para crear una mezcla finísima y variopinta de seres extraordinarios que han dado al planeta expresiones creativas de todos los órdenes, y con aliento revolucionario.
¿Qué sería del deporte de Estados Unidos sin el ingrediente migratorio? Tal vez a los aficionados les suenen apellidos como DiMaggio, Clemente, Valenzuela, Jokic, Donkic, Embiid, Messi, Ibrahimovic. Márquez, Ovechkin. El pasatiempo favorito de ese país, que es el deporte profesional, no tendría ningún sabor sin los apellidos a veces de pronunciación complicada que se puede ver en las playeras de los estelares.
La NBA, NFL, MLB, NHL, han entendido que los mercados grandes están, también, fuera del país, en naciones de donde vienen cada año millones de visitantes, muchos de ellos para quedarse a hacer vida. Por eso hacen giras internacionales. Dentro y fuera hay que concitar a todos los clientes, sin importar la pigmentación de su dermis, ni las vocales de sus nombres. Todos son compradores diligentes que depositan dólares en las bolsas insaciables de las empresas que hacen un negocio multimillonario de las proezas atléticas.
Ahora los estadios de futbol se han convertido en los teatrinos a través de los cuáles podrían verse, a partir del sábado, espectáculos desoladores de una militarización de las calles para detener extranjeros.
Ojalá los jerarcas de la política estadounidense pongan en pausa sus aspiraciones políticas vindicatorias, y dejen que la pelota ruede limpia, y ajena a los prejuicios que históricamente han lastimado a los pueblos.