A la una de la mañana del lunes 18 me marcó al celular. José Ramón Fernández llegaba a su casa luego de un programa de dos horas en ESPN que tuvo como tema polémico el campeonato del América: “¿Héctor, podemos mover al desayuno a las diez y media de la mañana?”.
La cita fue en la zona de San Ángel Inn al sur de la Ciudad de México en un restaurante del mismo nombre. Junto a mi equipo de Hora Cero Deportes había regresado pasada la media noche del Estadio Azteca al departamento en Polanco donde nos hospedamos.
—Claro, nos vemos más tarde—, respondí al periodista deportivo más influyente de México, cuyos comentarios en redes sociales son tendencia casi a diario. Hable bien o hable mal del América, de los Pumas, del tricolor o de los directivos de la Federación.
No me podía arriesgar a llegar tarde al desayuno y que me sacara la tarjeta amarilla, o hasta roja. Y poner en riesgo mi relación con el titular de programas como Deportv, Los Protagonistas, Los Capitanes y Futbol Picante, entre otros.
Tengo dos años de conocerlo, y la misma cantidad de vernos en persona. La primera vez en su casa cuando me concedió una larga entrevista para Hora Cero Deportes y el Canal 28, y que al terminarla me paseó por un espacio como museo donde guarda infinidad de objetos: desde la playera autografiada del Rey Pelé, los tachones de Messi y una cabeza de toro regalada por Pablo Hermoso de Mendoza, entre cientos o miles.
Se disculpó por llegar diez minutos tarde al encuentro. Vino en taxi con impecable saco como casi a diario lo vemos en sus programas en ESPN. A sus 77 años no tiene fecha para salir por la puerta grande del periodismo deportivo.
Tiene más de 3 millones 700 mil seguidores en su cuenta de X (Twitter), y es una fuente de Información de los medios. Todos los días es nota y sacude las redes sociales por lo que escriba, o por lo que diga en televisión.
Se acerca el mesero a la mesa quien lo reconoce de inmediato. Joserra pide un jugo de zanahoria, café, fruta y una concha de vainilla. Cuando le pregunto si no quiere unos huevos o un platillo más pesado, me dice que con eso está bien.
Me dio pena ordenar unos huevos con frijoles y pedí lo mismo que él, con la variante del jugo de toronja y la concha de chocolate.
La verdad no tenía pensado escribir estás líneas sobre este encuentra privado. Pero el periodista Erick Rodríguez me convenció cuando compartí en mis redes una fotografía de esa reunión que se convirtió en una charla entre dos personas que pareciera conocerse de muchos años.
Durante hora y media sólo tomó el celular en sus manos dos veces. Prefiere la plática que la moderna distracción. Una vez fue para hablar con el chofer de la familia, y otra para enseñarme un tuit donde sospecha que los árbitros ayudaron al América contra Tigres, y que suma casi 900 mil visualizaciones.
No tengo su autorización para escribir lo que me dijo sobre la polémica contratación de David Faitelson en Televisa, quien empezó a coquetear con la empresa de los Azcárraga desde el Mundial de Futbol de Qatar.
—Leí tu columna—, me dice y me sorprende. Un texto de hace semanas donde afirmaba que entendía el enojo de José Ramón Fernández por experiencias similares como director editorial general de Hora Cero.
“Cuando sospeché que David estaba por irse a Televisa hablé con el director de ESPN para que supiera y tratara de retenerlo. Pero David ya tenía claro lo que quería”, me compartió.
Su hija menor acaba de regresar de Munich, Alemania, a donde asistió a un intercambio escolar. Y le viene en mente cuando por primera vez estuvo cubriendo unos Juegos Olímpicos en Munich 1972, y París 2024 serían sus décimo cuartos. Como muy pocos periodistas en México y en el mundo.
—¿Sin ayuda de los árbitros, como dices, Tigres pudo ser campeón?—, le pregunto.
Me recuerda que el francés André-Pierre Gignac falló un gol de cabeza que en Estadio Universitario hubiera sido anotación segura, “porque siempre dirige su cabezazo hacia el pasto y el domingo fue a las manos del arquero”.
Y al hablar del equipo Tigres recuerda a Luis Eugenio Todd, recién fallecido ex rector de la UANL, con quien negociaba las transmisiones de los juegos para Canal 13 de Imevisión. Igual con Alberto Santos, de quien recuerda el apodo de “don Galleto”, entonces presidente de Rayados.
Me angustia que la reunión se esté prolongando más de la hora, que tenga otro compromiso y le sugiero pedir la cuenta.
—¿Tienes prisa Héctor? Yo no. Me preocupa que pierdas tu vuelo de regreso a Monterrey.
José Ramón se siente a gusto. Yo más de estar frente a un ‘monstruo’; el más grande referente del periodismo deportivo de México. El número uno del antiamericanismo.
Tengo dos años tratando de convencerlo de ir a Monterrey en donde por muchos años narró los juegos de Tigres y Rayados. La UANL quiere homenajearlo por su brillante carrera. Y parece que ya tuve éxito.
—Sí voy. Puedo viernes o sábado—, sugirió.
Estoy seguro que su visita a la Sultana del Norte será todo un acontecimiento. De un Joserra picante, de un Joserra capitán… pero sobre todo de un Joserra protagonista.