Hay ciertas cosas que el dinero no puede comprar, para todo lo demás existe la izquierda mexicana. Esta frase, que hizo famosa la tarjeta de crédito MasterCard, se acopla de una manera sublime a esa parte de la izquierda mexicana que la pasada tarde dominical, en el centro de la ciudad de México, con AMLO al frente, convirtió al Zócalo en el patio de una bolsa de valores donde anunció con bombo, platillos e inclusive, con la tradicional campanada de apertura, la venta de acciones y la inversión de todo su capital político, en el gran juego electoral para la presidencia de México en el 2012.
Con una estrategia calculada por sus expertos financieros y asesores políticos busca, como cualquier organización, liquidez.
Por ello, coloca sus acciones entre la población más pobre de México para que ésta se convierta en la plataforma de inversionistas monetarios y de esperanza que generen la capacidad financiera y moral necesaria para obtener el capital adecuado y la capacidad de maniobra que, en su momento (con un movimiento especulativo que le permita invertir en sus acciones políticas y subir sus bonos), le podrá generar las ganancias adecuadas, ya sean políticas o financieras.
El riesgo está calculado: si la inversión especulativa que está iniciando le da frutos en el terreno político, podría ser candidato, ya sea único por la izquierda o, en su defecto (y entrando en un terreno de mayor especulación), se decidirá por ser candidato para el PT y/o Convergencia, en donde se jugará todo el capital y las ganancias especulativas de la inversión, a casi dos años de su lanzamiento, para cumplir su objetivo de acumular votos. Estos votos capitalizables los podrá usar a su antojo en el momento de la elección o podrá vender cara (con el apoyo de sus miles de inversionistas) la decisión de declinar a favor de cualquiera de los candidatos que estén cerca de ganar y/o que paguen adecuadamente el apoyo de sus bonos electorales.
La ceremonia del domingo fue el campanazo de salida de una gran tarea llamada “la pulverización de la izquierda para 2012” y, como consecuencia lógica, también la pulverización general del voto en la elección 2012.
Hoy esta izquierda, en conjunto con el PT, podría llegar a representar de 10 a 13 por ciento de la votación total para la contienda de ese año electoral, lo que implica que divide la elección en cuatro. Ahí está el objetivo de este gran plan, no dejar que la votación se concentre entre los tres partidos tradicionales, los que votan por el PRI, el PAN y el PRD, sino que aparezca él con el PT a concentrar un gran número de votos de los indecisos para que el triunfador lo haga con menos votos.
Hoy, AMLO hace lo que tanto critica de los ricos del mundo, especular; juega en las grandes ligas con un capital prestado de los pequeños inversionistas que lo siguen y le creen, para operar en su aventura política. Claro que no lo va a reconocer y siempre dirá que es por el bien de los pobres de México y en contra de los poderes fácticos y los ricos del país.
Se ve obligado a hacer esta maniobra de manera rápida y urgente en un domingo lluvioso, ya que sus antiguos socios, los ahora nuevos dueños del partido oficial de la izquierda, el PRD, lo desecharon a raíz de la maniobra que se generó en el Diálogo para la Reconstrucción de México (DIA), con el asunto de las alianzas y en donde Manuel Camacho y Ebrard, eternos dueños de la estructura política de la Ciudad de México y prestada al PRD, reclaman la candidatura de unidad para una izquierda progresista, por lo que al parecer AMLO queda solo y a la deriva.
El domingo pasado se esperaba que AMLO renunciara al PRD, para tomar su camino independiente con el PT, pero al parecer ésa es una nave que no ha querido quemar aún, dejando esa maniobra hasta un mejor y magistral momento, para con un poco de dramatismo tratar de crear un momentum que, en su posición actual, necesita para elevar su candidatura.
Aquellos tiempos, en donde todo le era accesible por ser el Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, difícilmente regresarán por lo que todo lo que pueda ayudar lo utilizará en su momento.
Grandes ausencias en esa tarde de domingo demuestran que se está jugando su última carta ante el dilema de un sistema político que purga a sus viejos líderes y con una población que envejece pero que, curiosamente, prefiere las nuevas caras juveniles de la política.
El inexorable paso del tiempo también les hace una cruel jugarreta a los políticos de la vieja guardia y, con los cambios en las reglas políticas ante una sociedad cada día más consciente, no se puede seguir jugando a las verdades y mentiras.
Por eso, rápidamente el mismo lunes, la presión del DIA generó que Convergencia reculara en su posición y que Carlos Navarrete reclamara, también, su derecho de participar y llamara al orden del acuerdo de candidato único.
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