Hay muchos grupos extremos dentro de los partidos políticos que están haciendo creer que México está totalmente roto y, por este motivo, hoy vivimos una fiebre de decálogos para componer el país. Estas recetas parecen fórmulas mágicas que, como en cualquier revista romántica, amenazan con arreglarnos la vida y llevarnos al mundo ideal, el cual está a la vuelta de la esquina. El título en la portada de dichas revistas sería algo parecido a “Cómo ser democráticos en cinco lecciones”.
A nuestros políticos se les olvida que cuando en política se está tratando de averiguar cuál es un problema de cualquier tipo y, sobre todo, a la hora de definir políticas públicas, normalmente este análisis, visto a través del color de su partido, se convierte en sólo quejas, amenazas, preocupaciones y problemas y, que aunado al ánimo electorero natural en ellos, nunca sabemos cuando los problemas son preocupaciones o están hablando de soluciones, o solamente era parte de la receta mágica o de cocina.
En realidad, la definición de un problema no es el planteamiento de una solución implícita, sino una descripción de una situación real la cual deja abierta la búsqueda de las posibles o de las mejores soluciones.
Hoy, México se enfrenta a soluciones distintas, mismas que cada actor de cada grupo, fracción, partido, cámara o de cada gobierno, estado o municipio propone. Cada solución cuenta con varias versiones diferentes que surgen según la óptica que cada proponente tiene del problema.
Pero señores, México sólo hay uno y no está roto, así que no quieran arreglarlo como si lo estuviera. Es cierto que hay muchas cosas que están mal y es necesario cambiarlas, cierto, pero no queramos ni soluciones mágicas, ni mejorar el coche quedándonos con la carrocería y cambiando el resto de las piezas.
Cuando la gente habla de refundación, en su planteamiento original, está aceptando la formula del “está roto” y parten entonces de un diagnóstico erróneo que se basa en una visión cerrada. Bajo el principio de que todos los de enfrente están mal, todas las refundaciones siempre sonarán a “váyanse los que no estén de acuerdo porque aquí van a cambiar las cosas”. En un país no se puede hacer eso.
Tenemos que aprender de nuestro pasado y entender qué cosas es necesario adecuarlas y de qué manera podemos generar los consensos necesarios para lograrlo. Una de ellas, y el gobierno en el poder en estos últimos nueve años no ha podido lograr, es la definición de las políticas públicas adecuadas para guiar al país. Esto se debe a tres razones: la primera, es porque en el camino están aprendiendo a gobernar; siempre al PAN, al ser oposición, le fue más fácil decir que estaba mal hecho, pero no sabe cómo hacerlo.
Dos, era obvio que el PRI no los iba a dejar gobernar y al aún tener todos los hilos del poder, ha hecho hasta lo humanamente imposible por no permitir tener éxito en su labor de gobierno. La tercera es el hecho de que muchas cosas que había que guiar y direccionar las dejaron a que se arreglaran solas y hoy el país va a la deriva.
El PRI, durante muchos años de gobierno y en base a la disciplina partidaria ganada en 70 años de rectoría del estado, mal o bien logró definir un camino; el PAN, desafortunadamente para el país y los mexicanos, no pudo en estos 9 años ni aprender a gobernar, ni tomar la rienda del país y menos definir un rumbo claro de políticas públicas.
Esto se refleja en que haya muchos grupos que hoy, instalados en determinadas carteras del gobierno, están definiendo sus propios rumbos, lo que hace que dentro del mismo gobierno no haya unificación de criterios, una idea general de gobierno y, menos, lo que se llama visión de Estado.
Hoy, el presidente Calderón es rehén de esta situación creada por el desgaste de nuestro sistema y por la lucha encarnizada de unos por regresar al poder, de otros por llegar por primera vez y de unos más –al estar imposibilitados de llegar– simple y sencillamente por tratar de poner sus condiciones al que alcance a llegar.
No hay fórmulas mágicas ni decálogo que funcione. Se necesita visión de Estado, voluntad de pactar con la oposición, ganas de llevar a México al futuro que se merece y mucho tiempo. La lección de Brasil, el gran ejemplo de la región que salió de la nada, es que se pusieron todos los sectores de acuerdo y durante los últimos quince años tomaron las decisiones correctas. El camino no fue fácil, pero ya están llegando al destino que han forjado juntos, pero el principio básico no fue el que tuviera roto, solamente se pusieron de acuerdo.
Aquí en México, desde que tengo uso de razón, estamos buscando las reformas estructurales necesarias. El egoísmo, así como la poca visión de las cúpulas, nos ha hecho solamente tener las reformas posibles.
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Consultor y analista político.
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