México, D.F. / Dic. 22
En el pasado, las mañanas de Ignacio Schneider eran muy distintas. Tempranito abría los ojos y antes de saltar de la cama, para ir al entrenamiento de los Gallos Blancos del Querétaro, exclamaba de vez en cuando, con cierta pesadez: “¡Ah, tengo que levantarme!”
El presente es muy diferente.
“Estoy siempre al pendiente, deseando levantarme temprano para volver a entrenar. Detalles como poder hacer futbol. Cosas que ahora, sinceramente, no se pueden hacer”, aprecia Nacho, con el ojo izquierdo lloroso, recién operado de un trasplante de córnea, por el codazo aquel de Izaías Ramos, que le ha cambiado la vida.
El 7 de septiembre pasado, en un partido de Primera A entre Socio Águila y Querétaro, en el Estadio Azteca, Schneider sufrió un codazo del brasileño Ramos que le provocó fractura de piso de la órbita, fractura medial, desprendimiento de retina, herida corneoescleral y pérdida de cristalino. Pesimistas, los médicos pronosticaron que no volvería a ver. Mucho menos a jugar.
Mas la fe de Ignacio Schneider es infranqueable. Luego de tres cirugías, se ha propuesto un objetivo: volver a jugar y aportar su granito de arena en el ascenso del Querétaro.
“Por mi ansia de volver estoy continuamente preguntándole lo mismo a la doctora (Rocío Murphy) y me fijé una meta”, dice, esperanzado en participar en algún encuentro de los Gallos.
“Mi próximo sueño es volver a jugar un partido oficial y después salir adelante. Desde que ocurrió el accidente he tratado de ir fijando metas. Después no sé si será otro título o el ascenso. Ojalá sea el ascenso. Me las voy fijando conforme voy en el camino”, agrega Schneider, quien ha tenido que abandonar la pretemporada para la operación.
“Hasta el miércoles pasado trabajé a la par de mis compañeros, ahora voy a estar dos semanas obligatorias de reposo y después reanudaré, conforme los doctores me vayan dando permiso. Haré todo lo que me pidan”.
Originario de Paysandú, Uruguay, Schneider añora, en esta breve estancia en el Distrito Federal, regresar a Querétaro, donde planea pasar la Navidad y el Año Nuevo.
“Me voy a quedar aquí. Me siento uno más de Querétaro. Estoy aquí y ya extraño regresar. La voy a pasar allá, tranquilo, y no voy a ir a ningún lado”, asegura Ignacio, identificado con la gente, que valora su fe.
Después de la intervención quirúrgica, Schneider pasó la noche un tanto molesto. “Es algo normal, me dijeron los doctores; debo esperar a que suture bien y dentro de dos meses y medio volver a jugar”, anhela.
De momento se conforma con celebrar el título que garantiza a Querétaro la final de ascenso.
“Mis compañeros se están encargando de hacer historia, porque ellos están ganando finales; yo lo único que hago es apoyarlos de afuera”, dice, alegre con el detalle que tuvieron sus compañeros, al incluirlo en los festejos, pero “me gustaría más si yo pudiera darles una mano dentro de la cancha y conseguir el ascenso”.
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