Guadalajara, Jalisco / Octubre 31.-
La “Fiesta de América” llegó a su fin y qué mejor momento que recordar los momentos en que los deportistas nacionales hicieron que México vibrara. De saber que el deporte es la expresión más grande y maravillosa de lo que es capaz hacer el ser humano cuando se gana, pero también cuando se pierde.
Hoy ha llegado el momento de decir adiós a una de las ciudades más emblemáticas del país. A su tequila, a su mariachi, a sus hermosas mujeres. Ha llegado el momento de dar paso a otro episodio que se escribirá, pero sobre todo, de que México hizo historia en estos Juegos Panamericanos. Ely Guerra con el Himno Nacional. La voz. Yahel Castillo con la bandera mexicana. El orgullo.
Ahora, dentro de cuatro años en otra ciudad, a donde tal vez, haya alguien mejor para contar aquellas anécdotas que en Guadalajara te hicieron vibrar, gritar y desprender el corazón de emoción, se vuelva a encontrar en uno solo.
No te puedo decir con exactitud lo que se siente cuando ves ganar a un atleta. Cuando está en el éxtasis de la gloria, pero también en lo más profundo de la derrota. Lo que si te puedo decir es que ahora, en esta noche en el majestuoso Estadio de Chivas, se vivieron sentimientos encontrados. Los pocos atletas entraron como un solo equipo. A despedirse de Guadalajara.
Ya no fue la fiebre de empezar una travesía, sino de regresar a casa a contar todo lo sucedido. De repasar y repasar lo que quedó pendiente y guardar los recuerdos en un baúl. Algunos se consagraron y otros a la espera de no volver a fracasar.
El ambiente inmejorable, un estadio pletórico. Un recuerdo imborrable para todos aquellos que vieron cómo un hincha se desvive por su héroe. Cómo te haces participe de aquellos atletas que dejan todo en sus arenas, estadios, piletas o plataformas, en un ring o diamante beisbolero para subir a lo más alto del podio y hacer que la piel se erice al escuchar el himno nacional.
Sólo quedan algunos momentos para que la Llama Panamericana se agote. La que encendió la mejor clavadista mexicana de la historia, Paola Espinosa, hace 17 días y se esfume para dar paso a otra llama de esperanza.
“Vengo de muy lejos a ganar”, dice Alejandro Fernández en su canción. Luego, el momento de la consagración tras la extenuante carrera de 42.195 kilómetros. Los medallistas el colombiano Juan Carlos Cardona (bronce), Diego Alberto Coronado, también de Colombia (plata) y el monarca, el brasileño Solonei Silva, aquel que barría las calles de su país.
Alguien dijo que el dolor de la fatiga desparecerá, pero la gloria nunca. Y creo que tiene razón, porque cada uno de los atletas dejó a su paso ese algo que los hace distintos, pero a la vez iguales. La estela de victoria.
Ahora, aquí, en el templo de las batallas se enciende algo más que un sentimiento, es la llama de decir adiós sin que salga una lágrima, ni el corazón se rompa. Porque todo es alegría y se comparte con aquellos que no tienen nombre, pero que también son el alma de los juegos: Los voluntarios.
Lo que llegó fueron las palabras del gobernador de Jalisco, Emilio González, cuando dijo que el México que se vio en 17 días, es en el que los mexicanos creemos, para dar paso al mosaico multicultural de lo que Canadá, pero en especial Toronto, ofrecerá en cuatro años.
Y el estadio cantó, a ritmo de “Cielito Lindo”. Se estremeció y quizá muy adentro, en su intimidad lloró. Por eso Camila, la sensación de pop, hizo explotar el escenario, mientras miles de estrellas fugaces destellan en el firmamento.
Camila recrea su ambiente y hace subir de emoción en cada nota para despedir la llamada “Fiesta de América”. Luego The Walleres, la banda de Bob Marley con mucho reagge y para cerrar el argentino Diego Torres y más tarde, el puertorriqueño Ricky Martin y más emociones.
Sí, Guadalajara tuvo lo suyo, pero Toronto brindará sus mejores momentos para cautivar, pero tal vez ya no esté ahí para contar lo que pasó, tal vez ya no esté en una grada, en un estadio frente a una computadora, transmitiendo emociones, sino frente a un televisor, en un sofá, y tú y yo, juntos, viendo cómo aquellos héroes te hacen vibrar.
Adiós Guadalajara… Bonjuor Toronto.
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