Tequisquiapan, Qro.-
Un grupo de niñas y niños rodeó el primer ataúd blanco que salió de la iglesia de Fuentezuelas; fueron a acompañar a su amigo, quien murió durante la explosión del martes en la capilla de la comunidad. No pudieron contener el llanto cuando el servicio funerario retiró la caja para subirla a la carroza, se abrazaron muy fuerte para consolarse por su pérdida.
A unos pasos, el atrio fue ocupado por los cientos de personas que acudieron a la misa que se ofició al mediodía de este miércoles. Tradicionalmente en esta fecha, es la ceremonia de la fiesta patronal en honor a la Virgen de Guadalupe, hay alegría y celebración; pero este día fue de luto y tristeza, pues la misa fue para despedir a las seis personas que murieron durante la explosión.
Antes del mediodía, los ataúdes de las víctimas fueron colocados frente al altar de la Virgen; la iglesia pronto se llenó.
A las 12:30 horas llegó el obispo de Querétaro, Faustino Armendáriz. En la homilía aconsejó a las familias tener resignación y esperanza. Habló de lo ocurrido y dijo que representaba un gran dolor para todos; pidió elevar oraciones en lugar de fuegos artificiales, como tradicionalmente se acostumbra en las fiestas católicas.
Antes de iniciar la misa, los retoques de las campanas del templo coincidieron con estruendos que se escucharon en la zona cerril, detrás de la comunidad; la gente creyó que eran cohetes para anunciar la misa. La mayoría se indignó y comenzó a murmurar que era una falta de respeto; otros callaron. Sin embargo, sí se trataba del material que iba a ser usado para la fiesta, pero estaba siendo destruido por militares.
Los familiares de las víctimas pidieron a las autoridades que no hubiera fotógrafos ni camarógrafos durante la misa.
Cuando terminó la ceremonia religiosa y comenzaron a sacar los ataúdes, la gente se soltó a llorar y al mismo tiempo a aplaudir para despedir a sus vecinos. La escena de los niños llorando por su amigo fue la primera que hubo alrededor de las cajas, pero conforme salieron, no hubo más que rostros tristes, adoloridos, con ojos hinchados de tanto llorar, también algunos ya sin lágrimas pero con semblante de dolor.
La multitud comenzó a disolverse para seguir a la caravana que llevó los cuerpos a un panteón de la cabecera municipal, a 15 kilómetros de la comunidad. En unas camionetas subieron las coronas de flores; en otras, familias completas para acompañar a los dolientes. Otros caminaron hasta sus viviendas sin hacer ruido.
Más de 15 vehículos, entre camionetas, autos y hasta un autobús escolar integraron el contingente que acompañó a las carrozas fúnebres que trasladaron los cuerpos que fueron enterrados en uno de los panteones del municipio.
Esta vez no hubo música, no hubo cohetes, pero sí muchas flores y lágrimas. Todos fueron a acompañar a sus familiares, a sus vecinos, a sus amigos que no volverán a ver.
La comunidad quedó en silencio, no había ruido ni gente en las calles. Estuvieron y sólo quedaron los banderines como testigos y vestigios de la fiesta que no ocurrió.
Entre los habitantes de Fuentezuelas se preguntan qué será de sus festejos patronales, pues de ahora en adelante la fecha de mayor felicidad será la remembranza de una de las tragedias más grandes que haya ocurrido en esta pequeña población de Tequisquiapan.